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viernes, 15 de junio de 2012

Perspectivas


Perspectivas
A pesar que la Rusia del siglo XIX, ad portas de la Revolución, que implicaría un gran cambio social, la obra “El jardín de los cerezos” no pierde vigencia en nuestros días. La creación entera de Chéjov respira una ideología de fondo social avanzada para la época.

Conflicto entre lo urbano y lo rural, las luces de la ciudad, en especial Paris, que es la que se menciona, como la ciudad del refinamiento, y el conocimiento, y en contra oposición el campo, el huerto de los cerezos, que en verdad era mucho más que un huerto, una plantación de guindos.
 “La concisión es hermana del talento, fórmula de su estilo”, así se califica el secreto del éxito de su obra. Chéjov fue un virtuoso en el arte de hacer reír entre lágrimas, de evidenciar las lacras y al mismo tiempo exculparlas blandamente. Muestra  que el mal no solo está presente en los delitos o la injusticia, sino que también se encuentra en menudencias, en pláticas insustanciales, en hechos cotidianos, en la conducta de personas de carácter débil, incapaces de acciones malas ni buenas. La belleza interior solo la tienen las personas sinceras ajenas a cualquier falsedad
Chéjov presenta a sus personajes como personas bondadosas, algunas con talento y algunas sin él, cuyas vidas se convierten en absurda incongruencia debido a las circunstancias. Otros son personas hurañas, mutiladas por su época, a quienes nos resulta casi imposible responsabilizar de sus sentires y mediocridad.
Proscribió de sus obras todo lo teatral, todo lo espectacular, el efectismo, le dio a la acción dramática una nueva estructura de simple sucesión de cuadros cotidianos, diálogos fluidos con lo que logra impresiones generales y por la novedad y lo candente de los temas se gana al público.
“Lo que no está escrito, esto más importa” así lo señala Chéjov y esto llevándolo a la obra de El jardín de los cerezos, podría entonces hacer alusión a la revolución social que se avecina, la alicaída clase aristocrática, y la naciente clase comercial burguesa, el poder que da el conocimiento, los estudios, permitiendo que las personas puedan surgir y vivir de mejor manera, además de la consecuente movilidad y revolución social que esto genera. El mismo Antón vivió esto, ya que de familia humilde en términos socioeconómicos, mediante sus estudios de medicina y su trabajo como escritor llega a tener una vida muy distinta a la que tuvieron sus padres y abuelos.
Antón Chéjov construye clase a través de la corporeidad, “que manos tan blanquísimas, como las de una señorita” (Daniusha). Él “menciona” aspectos como los ya comentados, como cuando Lopajin le dice a Duniasha “hay que saber estar en su sitio”, recordemos que ella era una doncella de la casa, trabajaba allí pero su comportamiento, sus modales y algunos detalles como los que resalta Lopajín parecen mostrar que ella olvida su posición.

También tenemos a Ania que dice “hablo muy mal el francés”, y respecto a su madre  “encarga los platos más caros y da propinas de un rublo”, hace mención al despilfarro impropio de su madre, en condiciones que están en la bancarrota, y toca el tema del conocimiento propio de una clase aristocrática en decadencia.
Firs, el sirviente, pone a todos en su lugar todo el tiempo, se ríe de Yasha, “está bien educado” dice Duniusha sobre el lacayo que se da grandes aires de educación por haber vivido en Paris. Firs siempre mira hacia el pasado, lo evoca. De hecho al final de la obra el queda encerrado en la casa cuando todos ya se han marchado, está muy enfermo, a punto de morir, todos se han ido, la hacienda ha sido vendida, y el huerto será arrasado, es como el fin del pasado glorioso de esta aristocracia.
Hace mención a la modernidad, describiendo como parte de la escenografía,  postes de telégrafo. Da cuenta también del ferrocarril, el emblema de la modernidad.
Esta es la obra histórica más importante de Chejov, puesto que alude a una clase social que nace, la de los comerciantes y el surgimiento de los veraneantes “las dachas”, y la decadencia de la aristocracia.
Firs se sienta en un diván, se han olvidado de él, enfermo y abandonado...la muerte de una clase social.



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